Tres días después de la violencia en Tenochtitlán en el junio del año 1520, yo morí a consecuencia de las heridas sufridas a manos de mi propio pueblo. Lo terminó un fracaso en que mis invitados hispánicos me hicieron prisionero y me mantuvieron en el poder de un modo simbólico. La gente me culpó por todo malo que los hispánicos hicieron en nuestro imperio.
Mi muerte terminó una vida muy valiosa. Me nací en Tenochtitlán (hoy la ciudad de México) en 1466 y mis padres me dieron el nombre de Motecuhzoma Xocoyotzin. Era el hijo del emperador Axayácatl y por eso estudié para ser un sacerdote. Cuando crecí, fui elegido el gran sacerdote de los aztecas. Sin embargo también serví como un jefe militar cuando mi tío Ahuitzotl, un emperador exitoso, trató de ampliar las fronteras. Cuando él murió en 1502, le sucedí en el gobierno de un vasto imperio. A fin de estructurar mis dominios, yo organicé el imperio en diversas provincias, creé una sólida administración central y regulé el sistema tributario. Al mismo tiempo, proseguí la expansión militar iniciada por mis predecesores, aunque no pudo someter algunos pueblos enemigos. Goberné con mucho ingenio y poder. Después de mi muerte, mi hermano (Cuitláhuac) me sucedió pero el imperio de los aztecas estaba disminuyendo.